viernes, febrero 14, 2014

Palabras

El autor se prepara para escribir la obra maestra. Tiene la casa, una pequeña casa en el campo, al lado de un rió o un lago, llena de apuntes, diagramas, fichas de personajes, de situaciones, de eventos, recortes de periódicos, cientos de cosas. Pero aún no ha comenzado. Ante el tiene una maquina de escribir, vieja, ajada, muy usada, pero con presencia. Personalidad. No una olivetti de aquellas clonicas en las que escribíamos cuando eramos pequeños en mi generación. No, algo más basto, más arcaico, más puro.

Están el, la maquina, y un paquete de folios preparados para ser escritos.

Pone la primera pagina, y la pagina, en blanco, le devuelve la mirada. Las manos levitan sobre las teclas, los dedos tamborilean en el aire. Una inspiración, una espiración. El aire parece chisporrotear con posibilidades. La mirada desenfocada, viendo algo que no esta ahí, que de momento solo es una sombra en un rincón de su mente. Y entonces, un ruido, un clack, rompe la calma. Y luego otro, y otro, y otro. Un estruendo, una tormenta de rayos, de golpes secos que parecen venir de la lejanía, que comienzan lentos, pero que se van acelerando, la tormenta se va aproximando rápidamente. Los dedos ya no se enfrentan al aire, que no ofrecía resistencia, sino a las teclas, que ofrecen mucha más resistencia, pero cada golpe es una victoria.

Clack clack clack.

Y de pronto otro ruido, cilindros girando a gran velocidad, brevemente, seguidos rápidamente por un giro más pausado, pero mas preciso. Y otra vez la tormenta.

La mirada del autor ya no esta desenfocada, y las sombras comienzan a cobrar forma, sustancia, impresas en las hojas de papel. La luz cambia, y el estruendo continua. Incesante, sin pausa.

- Tienes que parar.

El autor no oye las palabras. Solo las ve, una detrás de otra, apareciendo letra a letra ante él, en el blanco de la pagina. Apenas registra la sombra que tapa la luz de la ventana, que hace unos momentos iluminaba un mundo que no existía mas que en su imaginación. Escribe la ultima palabra, y  arranca la hoja, dispuesto a coger la siguiente y enlazar la frase a medio terminar, concluir el proceso de pensamiento iniciado en la ultima pagina. Pero, al alargar la mano, solo encuentra una mesa vacía. La mirada sigue el trayecto de su mano, y donde estaban los folios esperando su turno, ahora no hay nada. Y es entonces cuando ve la sombra.

Hay alguien sentado frente a el. En algún momento ha acercado una silla de la mesa que hay en el comedor, a su espalda, y la ha colocado justo al otro lado de la maquina de escribir. Los folios ausentes se encuentran en su regazo, sujetos con una mano, mientras que la otra mano sujeta un extraño utensilio. ¿Una grapadora? Es de metal, de lineas suaves, pero exageradas. Pero la forma no es la adecuada, y emite un extraño zumbido. El autor no recuerda tener ninguna grapadora que emita ruido alguno.

- Tienes que parar.

Esta vez las palabras si que llegan a los odios del autor, y con ellas un rostro. Algo cambiado, más arrugas, pelo más fino y blanco, nariz y orejas más grandes. Pero un rostro excesivamente familiar, que le devuelve la mirada, como todos los días.

-¿Por qué? Es lo mejor que he escrito hasta ahora...

- Nada bueno saldrá de esto. Créeme, lo he visto. Lo he vivido.


miércoles, febrero 12, 2014

"Los días que no te apetece escribir", de Chuck Wendig

Esos son los días en que tienes que escribir.
Incluso aunque no sea nada, incluso si es basura, tienes que cincelar las palabras en el papel. Incluso aunque solo sean un centenar de palabras, incluso si solo logras mover la montaña un centímetro, sigues enhebrando la aguja, sigues manteniendo el corazón de esa historia latiendo, sigues probándote a ti mismo y al mundo que esto es lo que eres y lo que haces.

Dicen que no puedes hacer sangrar a una piedra, pero si aprietas una piedra lo bastante fuerte, sangraras.

La sangre engrasa los engranajes.

La sangre hace crecer la hierba.

Esfuerzo. Trabajo. Movimiento. Avance.

Los días que no quieres correr, tienes que correr.

Los días que no quieres salir de la cama son los días que tienes que salir de la cama.

Los días que no crees que puedes volar son en los que tienes que saltar desde una colina.

Escritor significa escribir. Incluso si es tan solo un instante en la narrativa, incluso si es tan solo un pensamiento orquestado y colocado gentilmente en la pagina. Una avalancha son copos de nieve. Un océano son gotas. Toda nuestra vida se mide en segundos, nuestro trabajo en palabras, y tienes que ponerlas en el papel.

El acto crea el impulso. Escribir provoca escribir provoca escribir.

La falta del acto también tiene su ímpetu... No escribas hoy, y mañana te preguntaras si esto es realmente quien eres, si esto es lo que se supone que estabas destinado a hacer, y al siguiente pensaras simplemente no esta ocurriendo, la Musa no esta ahí, la inspiración no ha encendido un fuego bajo tu trasero, las ratas no están por roerte y oh, ey, otros escritores... bueno, ellos tienen talento y decisión y nunca se les pasaría por la cabeza sentarse y no escribir y quizás eso es lo que eres, no un escritor, sino mas bien Un No Escritor, y el espacio entre tus intentos se rompe y aumenta y crece como una mandíbula rota, una boca bostezando, y pronto todo lo que ves es la dentadura rota de tus esfuerzos, sueños rotos en la oscuridad de tu mente y el fondo de la garganta, y lo que Quieres hacer es perderte bajo la ilusión de lo que No Hiciste o No Pudiste hacer.

Combatimos la inercia, el miedo y la duda escribiendo.

Las palabras que escribas ahora son palabras que puedes arreglar después.
Las palabras que no escribas hoy son una maldición, un mal de ojo, un agujero negro pintado de blanco.

Crees que forzarlo es contraproducente, que no significa nada, que simplemente escupirás barro y sangre en el papel... y puede que tengas razón, pero podrías estar equivocado. Puede que haya oro en aquellas colinas, puede que haya una cura para lo que te aflige en esas gotas de sangre. No lo sabes. No puedes saberlo. Tú eres tú, tu peor juez, tu peor enemigo, tú eres quien más te odia.

Si estas muriendo en la nieve, no importa cuanto duela, tienes que levantarte y caminar.

Si te estas ahogando en las profundidades, no importa lo difícil que sea, tienes que conservar el aire en tus pulmones hasta que tu pecho parezca estar ardiendo y tienes que nadar hacia la superficie.

Escribir es el acto de hacer. Sobrevivir. Vivir. Ser.

De la nada a algo. La palabra de los dioses dicha en alto y hecha real, la señal en el ruido, el orden en el caos, Que Se Hagan Las Palabras y entonces hubieron Palabras.

Los días que es difícil escribir son los días en que es mas importante escribir.

Así es como sabes quien eres realmente.

Así es como sabes que esto es lo que estas destinado a hacer.

Despierta.

Levántate.

Escribe.


  ---Traducción acelerada del articulo publicado por Chuck Wendig en su blog Terrible Minds. Si controláis el ingles, mejor leerlo directamente de la fuente... y sus muchos otros recomendables posts.
Terrible Minds: The days you don't feel like writing.